sábado, 20 de febrero de 2010

LA CARTA DEL TIO PACHO
LAS VAINA DE MI MAMÁ
Comenzando este año, como es costumbre se hacen evaluaciones y sobre todo se elabora una retahíla de posibles metas, pero en fin, como el patio de la casa es amplio y permite una visualización entre el comedor y la sala donde se instala día a día para escuchar y observar la programación televisiva, sin dejar de otear lo que suceda en el resto de la casa o que algo la prive de regocijarse de las travesuras de su Nieta, empecé y ese fue mi descuido, a comentar en voz alta mis propósitos de nuevo año.
Me estaba escuchando, mi mamá y tal vez no creía en mis promesas. O acaso nunca ha creído en ellas, porque sabe que cuando pasan los efectos del guayabo, asi sea este afectivo y no etílico, pasa también el efecto de los juramentos. Pero esta vez –me dije- va a ser todo distinto, pase lo que pase, porque lo prometido es deuda, cumpliré en este 2010 mis propósitos.De modo que grité para que mi mamá me oyera:A palabras necias, oídos sordos.
Quién dijo miedo! Mi mamá se paro de la silla mecedora y murmuró, como quien no quiere la cosa y la cosa queriendo, pero en fin para que yo oyera, creo: El que no lo conozca que lo compre.O sea que ella, a sus 97 años bien cumplidos, se negaba a creer mis compromisos. A pesar de que sé que ella debe conocerme al dedillo, o como la palma de su mano, no di mi brazo a torcer. Quise echarle una pulla, así que le repuse, como al descuido:Arrieros somos y en el camino andamos.
Había querido decirle que seguramente ella alguna vez también habría hecho promesas incumplidas, pero no se dio por aludida. Al contrario, se me vino con más garbo:Árbol que crece torcido nunca su rama endereza.Me dio papayita, porque tuve la oportunidad para decirle la otra versión de ese mismo refrán, la versión de los tomadores de pelo, o gallo Cucuteño como dicen los de dedoparado: Árbol que crece torcido sirve para columpio.
Me le salí por la tangente, lo que no le cayó muy en gracia. De modo que se dispuso a poner fin a la discusión, dándome a entender que el asunto no era con ella:Agua que no has de beber, déjala correr.O échasela a las matas –le dije, con una carcajada.¡Qué puede dar un burro sino patadas! –me dijo, recordando talvez a Villaclema, una finca cercana a Villa Sucre.
Como ya no me veía, dije con aire de triunfador:Ojos que no ven, corazón que no siente.Di la vuelta para alejarme, pero me detuvo su novísimo refranero:Ojos que no ven, totazo seguro, mijo.Por gracia de Dios, entro una llamada en mi celular y tuve que salir a mis compromisos laborales.
Hasta pronto sobrinos

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