lunes, 11 de julio de 2011

Día Mundial de la Población.

En el marco de la conmemoración del Día Mundial de la Población, acogido por Naciones Unidad y el Fondo de Población -UNFPA, se ha dado a conocer que en la actualidad en el mundo viven alrededor de siete millones de personas. En 61 años, la población en el planeta ha crecido en más del 100%, en 1950 teníamos una población mundial de 2500 millones de habitantes, de los cuales 167 estaban en América Latina y el Caribe y de estos 11 millones habitaban el territorio nacional .En octubre de este año, la población mundial será de 7 mil millones de personas, América Latina tendrá alrededor de 600 millones y Colombia 46.224.245 habitantes. Para el 2050 de acuerdo con las Naciones Unidas, el planeta tendrá 9000 millones de habitantes, América Latina 750 millones y Colombia alrededor de 60 millones. Hoy Colombia ocupa el trigésimo lugar dentro de los 100 países más poblados de la tierra.
Con el crecimiento demográfico, el consumo de bienes y servicios ha venido creciendo aún más y en forma exponencial atentando contra los recursos naturales y devastando la tierra, abocando al planeta a una sistemática destrucción. Estamos utilizando los activos naturales en una escala industrial intensiva y a una velocidad que estos no pueden ser remplazados. Según la FAO, en los últimos 100 años el planeta ha perdido casi la mitad de la superficie forestal. Debido a su uso como fuente de energía y a la expansión agrícola, ganadera y minera. Esta reducción incrementa el efecto invernadero, contribuye a la reducción del recurso hídrico, favorece la erosión del suelo, las inundaciones y contribuye a la pérdida de biodiversidad
Si bien es cierto que el ritmo de crecimiento de la población mundial se ha reducido de tasas promedio anuales superiores al 2%, en la década de los sesenta a tasas ligeramente superiores al 1 % en la actualidad como consecuencia del proceso de transición demográfica, es claro que los niveles de población han seguido aumentando.
Los cambios pronunciados en Colombia y en la mayor parte de los países en desarrollo, se originan después de la segunda guerra mundial. La tasa bruta de mortalidad a mediados del siglo XX era de 16 por mil; veinte años después esta se redujo a la mitad, hoy en día los estimativos indican que la tasa bruta de mortalidad estaría alrededor del 5.8 por mil, valor ligeramente inferior al promedio latinoamericano 6.1.
A pesar del conflicto armado, que afecta en particular a la población masculina adulta joven, nuestra esperanza de vida al nacer, 75.2 años, superior en un año a la latinoamericana 74 años y cercana a la de los países desarrollados. Así, por ejemplo para Estados Unidos es de 78 años. Las diferencias en las esperanzas de vida por sexo reflejan la incidencia de la violencia en el país, la esperanza de vida de los hombres es de 72,1 mientras que la de las mujeres es 6,5 años superior.
La introducción formal de la anticoncepción moderna en el país en 1964 y, el deseo de las familias de tener un menor número de hijos, como respuesta a exigencias sociales y económicas produjeron cambios profundos en la motivación de las personas hacia la menor fecundidad. En otras palabras, al desarrollo socioeconómico le corresponde papel primordial para alcanzar los estadios de la transición demográfica en que hoy se halla el país. También esos métodos anticonceptivos permitieron e impulsaron la liberación femenina y su incomporación a la vida laboral.
Alcanzar etapas avanzadas de la transición demográfica, ha sido asociado con un amplio rango de beneficios positivos para la familia, la sociedad y, en general, para el desarrollo. Los cambios en la mortalidad, reflejan el mejoramiento en la salud y la calidad de vida de la población. Los ocurridos en la fecundidad son más evidentes: reduce los riesgos de mortalidad materna; mejora la salud y disminuye el riesgo de mortalidad de los niños; multiplica las opciones de vida para la mujer; aminora la presión sobre el sistema educativo, los servicios públicos y el medio ambiente; acorta la proporción de dependientes en la población, permitiendo a las familias disponer de ingresos para diversificar la adquisición de bienes y servicios o incrementar el ahorro.
Al igual que en todos los países del mundo, Colombia ha venido experimentado un acelerado proceso de urbanización; en 1950 los residentes en las áreas urbanas era de 38%, hoy este patrón se ha revertido, en las cabeceras municipales reside el 78% de la población, para 2050 el porcentaje de población en las cabeceras municipales representará cerca del 90%. Esto, no solo tiene serias implicaciones por la demanda de bienes y servicios urbanos, si no que también va en detrimento de la calidad de vida de la población.
Así, los numerosos migrantes producto del desarraigo y gran parte de los que migran de las zonas rurales a las urbanas experimentan precarias condiciones de inserción en el medio urbano; por falta de recursos debe localizarse en zonas deprimidas o marginales. Ellos, al igual que los residentes no migrantes que habitan en la zona, van a experimentar dificultades para la consecución de empleos productivos, no van a contar con muchos de los servicios básicos, van a estar expuestos a distintos tipos de riesgo, van a verse excluidos por su condición educativa y cultural, etc. El panorama es similar al que se observa actualmente en los países en desarrollo, una de cada siete personas vive en zonas subnormales o cinturones de miseria que rodean las grandes ciudades.
El descenso en la fecundidad al que hemos hecho mención, tiene dos grandes efectos económicos sobre un país y en especial sobre Colombia, el primero denominado bono demográfico o ventana de oportunidades, en el cual, las demandas por educación y seguridad social se reducen relativamente, mientras que la población económicamente activa aun sigue creciendo o permanece estable. Este bono podría representar la liberación de recursos económicos para atender otras necesidades o mejorar la calidad de vida de la población colombiana. Los estimativos indican que el país se encuentra en este momento acogiéndose a los beneficios que este bono reporta; no obstante su vigencia no va más allá del año 2022 o 2024. Tenemos escasos 12 años de periodo de gracia.
El segundo efecto es el envejecimiento de la población; según Naciones Unidas, en 2050, una de cada cinco personas tendrá sesenta años o más. En Colombia, a inicios de los años cincuenta, el porcentaje de población mayor de 60 años representaba únicamente el 5%, para hoy este valor se duplica y para el 2050 estará alrededor del 22%. El problema no solo es el volumen de población sino que el país no ha hecho las previsiones necesarias en seguridad social y el mejoramiento de la calidad de vida de los adultos mayores, así, por ejemplo únicamente el 20.4% de los mayores de 65 años cuenta con una pensión de jubilación.
El crecimiento de la población plantea a nuestro modo de ver dos grandes desafíos a la humanidad: por una parte la acción oportuna y decidida de los países para enfrentar los peligros de lo que Lester Brown en reciente libro, World on the Edge, ha denominado el “Colapso económico y ambiental” y por otro la respuesta adecuada para garantizar el cumplimiento de los derechos de los habitantes en cada uno de los países.
Todos los días tenemos noticias e informes señalando que estamos talando los bosques, destruyendo los páramos, secando las lagunas, acabando con las fuentes hídricas, agotando recursos y llegando a niveles preocupantes de contaminación. En pocas palabras estamos poniendo en riesgo la supervivencia de las generaciones futuras. ¿Vamos inexorablemente hacia el colapso?
Brown afirma: “Estamos liquidando los activos naturales de la tierra para satisfacer el consumo. La mitad de nosotros vive en países donde los niveles freáticos se están reduciendo y los pozos se están secando. Los suelos erosionados exceden en una tercera parte a las tierras cultivadas. Crecientes rebaños de ganado vacuno, lanar y caprino están convirtiendo extensas praderas en desiertos. Las selvas se están reduciendo anualmente en 13 millones de acres, para ser dedicadas a la agricultura, la producción de madera y papel. Cuatro quintas partes del inventario piscícola está siendo capturado por encima de su capacidad de renovación”.
De acuerdo a las estadísticas del la CEPAL, en los últimos veinte años la superficie boscosa en América Latina se ha reducido en 92 millones de hectáreas, de las cuales 2 millones de ellas corresponden a Colombia. Sin embargo, en opinión del Instituto Sinchi, la tasa media de deforestación en el período 2002-2007, en la Región amazónica colombiana fue de 153.659 hectáreas por año.
Según el estudio de Maude Barlow , Presidenta del comité sobre mundialización del agua del FORO MUNDIAL SOBRE GLOBALIZACION, el consumo mundial del agua se dobla cada veinte años, es decir a un ritmo dos veces mayor que el del crecimiento de la población humana. Según Naciones Unidas, el agua potable ya escasea para mil millones de personas. De seguir así, de aquí al año 2025, la demanda de agua dulce llegará a superar la oferta a en un 56 por ciento. Un informe de población de de la Universidad e John Hopkins, señala que en el mismo año habrá escasez de agua en 48 países afectando a 3000 millones de habitantes.
El Banco Mundial, en el informe sobre el desarrollo mundial (2010) pronostica, en América Latina la desaparición de los glaciares tropicales de los Andes provocando estrés hídrico para al menos 77 millones de personas para el año 2020.
El mismo informe del Banco Mundial señala que los efectos del cambio climático se están haciendo visibles. “más sequías, más inundaciones, tormentas más fuertes y más olas de calor que someten a duras pruebas a las personas, las empresas y los gobiernos y reducen los recursos disponibles para el desarrollo”. Debemos tener en cuenta que entre 1994 y el 2004, Colombia incrementó en 37,8% la emisión de gases efecto invernadero.
Para Living Planet, en la actualidad 1400 millones de personas no tienen acceso a electricidad confiable y de acuerdo con la Agencia Internacional de Energía la producción de petróleo y gas se habrá reducido entre un 40 y 60 % en el 2030. Para el caso colombiano, en el período 1999-2005, las reservas probadas de petróleo disminuyeron un 36,5%. En América Latina, el consumo de energía eléctrica en el período 200-2009 aumentó en 31,8% mientras en Colombia se incrementó en 26,8% en el mismo período.
Nos hemos remitido a los anteriores datos, solo para citar un ejemplo de la presión de la humanidad sobre el planeta. Estamos usando más recursos de los que la naturaleza puede proporcionar es decir nos encontramos en un verdadero rebasamiento ecológico global.
Las condiciones ambientales, al afectar la salud de la población urbana y rural, inciden en las tasas de fecundidad, natalidad, morbilidad y mortalidad de la población. Adicionalmente, estas condiciones ambientales pueden determinar flujos migratorios hacia zonas marginadas que ponen en riesgo a la población y que pueden causar la destrucción de ecosistemas, lo que finalmente aumenta la degradación ambiental, fenómeno que mantiene y refuerza este círculo vicioso.
Para buena parte de los expertos internacionales, el mundo tiene que tomar conciencia de las implicaciones del crecimiento de la población máxime cuando fenómenos como el calentamiento global y el agotamiento de los recursos deben hacer que se mantengan encendidas las alarmas del tren del desarrollo. ¿Cómo y cuándo lograremos redirigirnos por el camino correcto? ¡Será que inexorablemente se cumplirá el teorema de Thomas que dice: cuando todo el mundo cree que algo va a suceder, lo más probables es que suceda.
Los problemas que he señalado van a ser objeto de las charlas en este Día Mundial de la Población, por lo cual no quiero extenderme más, solo me resta decir que, al igual que lo señalado por el Señor Presidente, los fenómenos demográficos no pueden verse en forma aislada, por el contrario deben tratarse en un contexto de desarrollo económico, derechos humanos y sostenibilidad.
Datos tomados del Departamento Administrativo Nacional de Estadística -DANE

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