lunes, 10 de enero de 2011
LA TAREA DE LA CALIDAD EDUCATIVA EN COLOMBIA
El problema es el siguiente: Colombia tiene tasas de cobertura en educación básica y media por encima del 95%, pero cada vez que los alumnos se sientan a responder las pruebas que en el mundo miden la calidad, se rajan. El 71% de los estudiantes colombianos no logran el nivel mínimo de desempeño en matemáticas y la mitad son incapaces de leer un texto e identificar la idea central.
Para complicar las cosas, hay cerca de 1’200.000 niños y jóvenes por fuera del sistema educativo. La mayoría de ellos en el área rural, donde los maestros no quieren ir y a los padres les da trabajo enviarlos a colegios, instalados a horas de camino de sus veredas. ¿Cómo mantener la cobertura urbana, mejorar la rural y elevar el nivel de la calidad de educación que se imparte en el país, todo más o menos con la misma plata en el bolsillo?
Esa es la tarea que el presidente Juan Manuel Santos y la ministra de Educación, María Fernanda Campo, le encomendaron a Mauricio Perfetti, viceministro de Educación básica y media. ¿Qué ideas están dando vueltas en la cabeza de este economista antioqueño, formado en la Universidad de Medellín, la U. de los Andes, Oxford y Sussex, con una larga trayectoria de trabajo social?
Parece un hombre tímido. En un extremo del sofá de su casa al norte de Bogotá, habla sin mirar directamente a los ojos y apenas dejando que los movimientos de una mano acompasen sus palabras.
Dice que si hoy está al frente de esta difícil tarea es porque cuando era estudiante de los Jesuitas, en Medellín, aprendió de los curas la voluntad de servicio, el debate de las ideas, el valor de la educación. Para el hijo de un minero que probó suerte en las minas de oro de Nechí y luego fue dirigente gremial en la zona bananera de Urabá, las discusiones políticas y económicas eran el pan de cada. Tanto, que desde el colegio se la pasó escribiendo cartas al periódico El Colombiano para dejar sentado su punto de vista sobre temas de actualidad.
Cuando llegó la hora de tomar una decisión sobre qué estudiar y en qué universidad, no dudó mucho en escoger economía como sus hermanos y matricularse en la U. de Medellín. “Fue una época muy especial. Participaba en muchas discusiones en la universidad, sobre todo en torno a que la educación tenía que ser de calidad. No soportaba la mediocridad de los profesores”, cuenta Perfetti. Tampoco se olvida de los buenos como Gustavo Molina, uno de los primeros en indicarle el camino de la ciencia del desarrollo económico y los enfoques sociales. “En aquella época aprendí a salirme de las miradas economicistas para pensar en términos más amplios”.
Cuando terminó la carrera se mudó a Bogotá para matricularse en la maestría de economía en los Andes. “Además de profundizar en estos temas tuve acceso a mucha literatura internacional y, lo más importante, a nuevos pensamientos, nuevas corrientes”.
La llegada a Bogotá coincidió con el auge del Nuevo Liberalismo y un representante de Antioquia le ofreció un pago a cambio de su asesoría en algunos proyectos de ley. “Eso me puso en contacto con discusiones del país”. Al terminar la maestría las puertas del Banco de la República se abrieron para él. No era exactamente lo que había soñado como economista, pero era difícil darle la espalda a esa oportunidad. Era el lugar en el que querían estar todos sus colegas. Ocho días después de que se apagaron las llamas del Palacio de Justicia, él entraba por la puerta de la institución bancaria.
Cuando habla de este período de su formación, Perfetti comienza a repetir la palabra “rigurosidad”. Dice que allí aprendió a combinar la “rigurosidad” teórica con los enfoques pragmáticos. “Uno no se puede quedar en los planteamientos teóricos, el cómo se hace en este país es determinante”. Tres años permaneció en el Banco. Luego pasó a Planeación Nacional, donde Juan Carlos Ramírez, entonces director de la institución, le pidió que se hiciera cargo de un programa de microempresarios. Por fin, aparecía la oportunidad de enfocarse en la economía social, de pensar soluciones para la gente.
Cuando César Gaviria llegó a la Presidencia, otra vez se barajaron las cartas para Perfetti. Armando Montenegro y Juan Luis Londoño lo invitaron a participar en la elaboración del Plan de Desarrollo. Junto a Cecilia María Vélez, Rafael Orduz y otras personas que con el tiempo se destacarían en el campo de la educación, comenzaron las discusiones del rumbo que debería tomar el país en ese sentido.
Pero tampoco dejaría que la burocracia lo reclutara en sus filas por mucho tiempo. Gracias a una beca, viajó a la Universidad de Oxford para estudiar un máster en Política Pública. Aunque Londres lo maravilló, también se encargó de hacerle pasar un mal rato por cuenta del inglés y le produjo una herida profunda por el final de su primer matrimonio.
“Ese paso fue muy importante. Me encanta el sistema de educación de los ingleses. Lo ponen a uno a pensar que los problemas tienen miradas distintas. Aquí en Colombia hay un problema y es que muchas veces un mismo discurso se repite tanto que todos se convencen de que es cierto, aunque no lo sea”, dice Perfetti, “uno aquí cree que sus problemas son únicos, cuando en realidad son los mismos problemas en muchas partes del mundo”.
Al regresar a Colombia trabajó en la reforma a la Ley 100 y más adelante la educación volvió a coquetearle, cuando Gaviria le pidió que fuera su consejero de política social, justo cuando se tramitaba la Ley 115 de educación.
Sin embargo, por tercera vez decidió alejarse del sector público para volver a la academia. Juntando los ahorros y una pequeña beca se matriculó en un doctorado en la U. de Sussex, en el Reino Unido. Perfetti resume esa etapa en cuatro enseñanzas: 1. Antes de hablar hay que estudiar; 2. Definitivamente uno debe ser riguroso; 3. El agua tibia está inventada, hay que mirar las experiencias de los otros para resolver los propios problemas; 4. Hay que hacer un esfuerzo por aterrizar las ideas a la realidad de la gente. Es en Inglaterra donde las intuiciones del joven economista antioqueño se robustecen.
Nadar a contracorriente
Cuando mejores credenciales académicas tenía, y se abrían las mejores oportunidades laborales al regresar a Colombia, Perfetti sorprendió a sus colegas al darle la espalda a la capital e instalarse en el Eje Cafetero, para trabajar primero en un Centro de Estudios Regionales y Empresariales de los cafeteros, y más adelante como director de la pequeña fundación Manuel Mejía. Recorrió la región. Visitó las escuelas más perdidas para hablar con profesores y alumnos y entender los problemas de la educación rural. Uno de sus estudios más conocidos y consultados se titula “Estudio sobre la educación rural en Colombia”. Entendió que en Colombia “no se pueden dictar normas para todo el mundo, porque los contextos son muy diferentes. Regionalizar la política es algo que Colombia tiene que aprender. Lo que es desigual no se puede tratar igual”, dice.
¿Qué es entonces lo que va a hacer para lograr elevar la calidad de la educación en Colombia? Dice que podrían resumirse en tres las estrategias del gobierno: primera infancia, calidad y cierre de brechas.
En primera infancia la meta es llegar a un millón de niños, la mitad del total que está por debajo de cinco años. “Como los pelaítos no votan, entonces no han sido el centro de atención de los políticos”, critica. Atender a esta población es a la vez la mejor manera de cerrar brechas. Sobre una hoja de papel rápidamente traza las coordenadas de una gráfica de distribución. Los puntos debajo de la diagonal representan los resultados de los más pobres en las pruebas Saber y los de arriba, a los que les va bien. “No podemos dejar que los pobres, que son los más desfavorecidos, además, tengan una educación de baja calidad”.
Esto es algo que más o menos todos los que se dedican a la educación saben bastante bien, así que la pregunta que se cuela en la conversación con Perfetti es qué cosas arriesgadas está dispuesto a hacer para lograrlo.
Y aquí vienen las ideas interesantes, pero que sin duda le traerán algunos problemas. Por un lado, dice que piensan revisar el sistema general de participaciones, a través del cual se distribuyen más de 600.000 millones de pesos para calidad en educación. “Vamos a cambiar las fórmulas económicas para generar incentivos para calidad”. Es decir, forzar al sistema a que distribuya más ingresos para los que están recibiendo una peor educación. Ese fue el ejemplo de Chile, que en unas pocas décadas conquistó el primer lugar en calidad de educación entre los países latinoamericanos: asociar la distribución del dinero de acuerdo con el nivel socioeconómico. Como si fuera su mantra de viceministro, repite una y otra vez cosas como “Colombia no puede seguir ofreciendo mala educación a los más pobres”.
En cuanto a los maestros, argumenta que el camino de la formación docente ofreciendo becas para maestrías y estudios superiores es demasiado caro y larguísimo. “¿A qué hora vamos a capacitar a 320.000 maestros?”, pregunta. Así que el plan es crear un programa de formación virtual con el Sena. “Queremos masificar los programas de formación docente”, revela.
La insuficiencia de oferta educativa para cerca de 1’200.000 colombianos es otra de las preocupaciones. “Vamos a modificar la contratación para generar incentivos para la calidad y la permanencia. La idea es dar garrote y zanahoria a los prestadores del servicio”. También quiere concentrar la atención en los colegios que rinden menos y hacer un acompañamiento especial a sus rectores y docentes. Es el camino que están siguiendo Inglaterra y Estados Unidos para escalar en calidad.
Lo que sin duda va a alborotar el debate educativo es una idea que hace tiempo venía rumiando Perfetti y que hace unas pocas semanas discutió en Chile con José Joaquín Brunner y otros expertos en educación del país austral. “Colombia es uno de los pocos países que permiten una total autonomía en el currículum de los colegios. Es decir, cada institución define los contenidos educativos que ofrece a sus estudiantes”. Perfetti dice que no se trata de acabar con la autonomía de los colegios, simplemente, quiere diseñar un currículum básico para que lo acojan los rectores y docentes que no tienen uno bueno.
No importa a quién se le pregunte por Perfetti, el diagnóstico es el mismo: es un tipo muy serio, muy consagrado. Según el economista Armando Montenegro, “es una persona muy calificada. Nos gustaría que mucha gente fuera así en el gobierno. Gente que sabe de los temas. Creo que es un lujo de viceministro”. Tendrá tiempo para demostrarlo.
Pablo Correa El Espectador
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