EL "HUESITO GUSTADOR" DE LOS SEÑORES TIENE SU HISTORIA/SEXO CON ESTHER
El conocimiento sobre el apéndice más importante de los machos ha sido objeto de leyendas que, si bien hoy parecerían ridículas, en su momento ocuparon el tiempo de pensadores de pelo en pecho.
Qué tal si les digo que por culpa de Aristóteles la humanidad creyó, durante mucho tiempo, que el pene tenía un huesito en la punta. Resulta que el sabio descubrió que los simios grandes tenían un esqueleto de verdad en su aparato y, ni corto ni perezoso, dedujo que la "dureza" en los señores no tenía otra explicación.
Claro, como todo lo escribía, así lo consignó: "El pene humano tiene cartílagos y tendones, lo que le permite contraerse, alargarse o, bien, inflarse de aire". Asombrados debieron quedar los estudiosos al comprobar que la realidad no era, en la práctica, como rezaba la teoría. Pero, ¿quién le discute a un sabio?
La Biblia terció en la polémica: en el capítulo dos del Génesis sentencia que Dios le quitó a Adán el huesito gustador para crear a Eva. ¿Quién le discute a Dios? ¡Dense por enteradas!
Según el mito bíblico venimos del pipí de los hombres, y como el hebreo de la época no tenía palabras para denominar al pene, le acuñaron el termino tzelá, que además de costilla significa 'soporte'; en últimas, era lo que se creía que hacía el huesecillo en el ya tu sabes... Por supuesto que es más elegante decir que provenimos del tórax. El problema después fue explicar el asunto de la dureza variable.
Eso fue sencillo para el dominico belga Thomas de Cantimpré, que en el siglo XIII dijo que el pene era el desagüe de la humedad superflua del cuerpo y el canal de paso del esperma formado por carne y un cartílago que aparece con el deseo. Por esa época Alberto Magno dijo: "Eso no es cartílago sino ligamentos fuertes". ¿Quién le discute a un escolástico?
Podría seguir, pero me quedo con la descripción de Galeno, que en el año 130 dijo que era un ovillo nervioso que producía un "placer intenso, incluso en un acto impúdico como la emisión del esperma". Y yo pienso: cómo les hace de falta a algunos ese huesito en la punta. Hasta luego.
ESTHER BALAC ESPECIAL PARA EL TIEMPO
Qué tal si les digo que por culpa de Aristóteles la humanidad creyó, durante mucho tiempo, que el pene tenía un huesito en la punta. Resulta que el sabio descubrió que los simios grandes tenían un esqueleto de verdad en su aparato y, ni corto ni perezoso, dedujo que la "dureza" en los señores no tenía otra explicación.
Claro, como todo lo escribía, así lo consignó: "El pene humano tiene cartílagos y tendones, lo que le permite contraerse, alargarse o, bien, inflarse de aire". Asombrados debieron quedar los estudiosos al comprobar que la realidad no era, en la práctica, como rezaba la teoría. Pero, ¿quién le discute a un sabio?
La Biblia terció en la polémica: en el capítulo dos del Génesis sentencia que Dios le quitó a Adán el huesito gustador para crear a Eva. ¿Quién le discute a Dios? ¡Dense por enteradas!
Según el mito bíblico venimos del pipí de los hombres, y como el hebreo de la época no tenía palabras para denominar al pene, le acuñaron el termino tzelá, que además de costilla significa 'soporte'; en últimas, era lo que se creía que hacía el huesecillo en el ya tu sabes... Por supuesto que es más elegante decir que provenimos del tórax. El problema después fue explicar el asunto de la dureza variable.
Eso fue sencillo para el dominico belga Thomas de Cantimpré, que en el siglo XIII dijo que el pene era el desagüe de la humedad superflua del cuerpo y el canal de paso del esperma formado por carne y un cartílago que aparece con el deseo. Por esa época Alberto Magno dijo: "Eso no es cartílago sino ligamentos fuertes". ¿Quién le discute a un escolástico?
Podría seguir, pero me quedo con la descripción de Galeno, que en el año 130 dijo que era un ovillo nervioso que producía un "placer intenso, incluso en un acto impúdico como la emisión del esperma". Y yo pienso: cómo les hace de falta a algunos ese huesito en la punta. Hasta luego.
ESTHER BALAC ESPECIAL PARA EL TIEMPO
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