El “personaje del año”
Artículo de Carolina Sanín*
La gente admira a Juanes porque como el presidente Uribe es la mezcla perfecta de macho malhablado y conservador rezandero.
Viernes 19 Diciembre 2008
El Tiempo llenó la primera plana de su pasada edición dominical con una foto de Juanes en el papel de Personaje del Año. El cantante posa con su camisa negra, con la cabeza agachada, los ojos cerrados, ceñudo y sosteniendo sobre el corazón y entre los puños la bandera de Colombia. En la misma página se publica la lista de los “Otros personajes del año”.
Artículo de Carolina Sanín*
La gente admira a Juanes porque como el presidente Uribe es la mezcla perfecta de macho malhablado y conservador rezandero.
Viernes 19 Diciembre 2008
El Tiempo llenó la primera plana de su pasada edición dominical con una foto de Juanes en el papel de Personaje del Año. El cantante posa con su camisa negra, con la cabeza agachada, los ojos cerrados, ceñudo y sosteniendo sobre el corazón y entre los puños la bandera de Colombia. En la misma página se publica la lista de los “Otros personajes del año”.
La encabezan Juan Manuel Santos e Ingrid Betancourt. El trío del guerrero, la mártir y el juglar, que quedaría de perlas en el retablo de una iglesia medieval, no es menos apropiado para el país feudal, ignorante y ultra católico que es Colombia. Es también apropiada la designación de Juanes como personaje del año, por razón de su indiscutible celebridad.
Pero celebridad no es sinónimo de importancia, y la importancia de Juanes sí debe ser tema de discusión, sobre todo cuando El Tiempo declara, al pie del retrato descrito, que el personaje “se ha convertido en la conciencia social del país”.
Juanes es básicamente un cantante que vende muchos discos, y cuya bonhomía ha permitido que los medios de comunicación bendigan en él a un personaje popular con matices folklóricos, sin tener que meterse en consideraciones sociales, estéticas o culturales. Esto resulta muy útil: para no ir más lejos, con el pretexto de Juanes,
El Tiempo logra estampar la frase biensonante “conciencia social” en primera plana sin tener que hablar de los indígenas que organizaron la reciente Minga o de los sindicalistas que fueron asesinados durante el año, que sí representan la conciencia social del país. En letras más grandes que las que usa para dar la noticia de la erupción de un volcán,
El Tiempo llama a su personaje “El roquero comprometido”. No creo que Juanes sea ni lo uno ni lo otro. No es roquero: la música que hace se llama pop, aquí y en Japón. Y no está comprometido: ¿Qué posición tiene? ¿Cuál es el “activismo” que, según El Tiempo, realiza? ¿Qué es lo que dice? ¿Que hay que hacer la paz y hacer un mundo mejor en el que no haya pobres ni minas anti persona? Es lo mismo que, cuando les da pena pedir sólo juguetes, los niños ricos escriben en sus cartas a Papá Noel (y con el mismo compromiso y los mismos resultados).
Los colombianos admiran a Juanes porque fue al Parlamento Europeo a pedir cantando una limosna (como se pide en las busetas de su patria) e hizo que los diputados bailaran (ridículamente, hay que decirlo) al son de su propia condescendencia hacia el Tercer Mundo. Admiran a Juanes porque aprovechó cierta crisis fronteriza entre Colombia y sus vecinos, provocada por una grave violación de soberanía territorial, para organizar un concierto a favor de la concordia y la paz, al comienzo del cual lanzó el agresivo (y onanista) grito: “¡Estoy que me toco, hijueputa! y en medio del cual complementó sus versos “tengo la camisa negra/ y abajo tengo el difunto” con la violenta glosa: “pa’ enterrártelo cuando quieras, mamita”.
Admiran a Juanes porque no se ha lanzado a cantar en inglés como Shakira, como si esta decisión implicara una actitud intelectual o política y no simplemente un poco más de oportunismo. (Por cierto: Juanes no canta en inglés, pero cuando canta pronuncia los fonemas del español como gringo, como para sonar más “pop”.) También lo admiran porque es, como el presidente Uribe (a quien él a su vez admira), la mezcla perfecta de macho malhablado y conservador rezandero. Y porque los medios les dicen que es admirable.
De Juanes, además de su superioridad moral de hombre de familia, de su cómoda neutralidad, de sus profesiones de fe católica y de su talante complaciente, me parece funesto que haya contribuido a la entronización de esa noción miope según la cual existe un imperativo ético que se llama “hacer patria” y que consiste en bolear bandera, en decir “mi sangre” y “mi tierra”, en creer que Colombia y sus habitantes son óptimos (o más bien: “una chimba”) y en escuchar canciones de Juanes.
Por último, pretender que nuestro Personaje del Año es el mejor representante de la música nacional no es justo con los músicos colombianos ni con los consumidores de música. En cuanto a la calidad del producto, merece la pena repasar algunas letras de este cantautor a quien El Tiempo compara inexplicablemente con Bob Dylan.
Brillan en ellas el descarado cliché (“A Dios le pido / que te quedes a mi lado / y que más nunca te me vayas / mi vida”), la enigmática simpleza (“Me enamora que me hables con tu boca”, verso que parece extraído de una parodia de Les Luthiers), el ripio opusdeísta (“Nuestra familia es más importante ya lo sé, y la debemos proteger y volver a tejer/ porque estos tiempos son difíciles y es más escasa la verdad”), la confusa alucinación antropomórfica (“Hagamos todos una bandera con manos negras/ una bandera con manos blancas / por un mundo mejor en este momento. / Hagamos todos una bandera con manos mestizas / una bandera con manos inmigrantes / por un mundo mejor”) y la vulgaridad inspirada en la copla infantil “Pican, pican los mosquitos”: “Lo que ayer me supo a gloria/ hoy me sabe a pura mier…. / coles por la tarde y tú que no llegas / Mal par… ece que solo me quedé / y jue… pura todita tu mentira”.
Se lee en El Tiempo: “En una entrevista reciente, Juanes confesó que estaba leyendo El Capital de Karl Marx para poder comprender mejor la actual coyuntura económica, en un gesto que sólo confirma sus ganas de aprender”. Yo le sugeriría a Juanes, en vista de sus ganas de aprender, que buscara en Wikipedia la connotación principal de “camisa negra”. Al autor del artículo le recordaría que decir que uno está leyendo El Capital no tiene por qué constituir, en una sociedad sin censura, una “confesión”.
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