Tomado Periódico EL TIEMPO
Fue la opción que halló el Inpec para frenar sus ataques de ira. A punta de golpearse y cortarse los brazos, logró ablandar las reglas de la cárcel de máxima seguridad de Valledupar.
Él está entre la docena de internos de la Unidad de Tratamiento Especial de esa cárcel, una de las más seguras del país. Por su historial criminal está aislado, pues un hombre con su prontuario podría ser objeto de ataques en cualquier momento.
EL TIEMPO supo que, por su "desequilibrio mental", la Dirección del centro carcelario le dio la posibilidad de utilizar los teléfonos públicos que hay en los pabellones por períodos mucho más extensos que los que disfruta cualquier otro preso.
"Daños a su integridad" llevaron hace varios meses al Inpec a autorizarle a Garavito, de 52 años, hasta cuatro horas diarias de comunicación con el exterior.
Por un nuevo incidente de autolesiones, a comienzos de diciembre pasado, le ampliaron el beneficio. Ahora puede usar el teléfono dos horas por la mañana, dos por la tarde y dos por la noche.
Ya hubo un interno que entabló una acción de tutela para que le den el mismo tratamiento. Esto porque, por órdenes expresas de la Dirección, los otros presos pueden llamar dos veces al día "sin exceder un máximo de 10 minutos cada vez", entre las 6 de la mañana y las 5 p.m.
El hecho es que desde hace varios meses fue necesario ponerle un cable más largo al teléfono, para llevarlo hasta el frente de la celda de Garavito. Fuentes del Inpec dicen que fue la única opción que hallaron para que se mantuviera tranquilo, pues en más de una ocasión las 'novedades' del preso podrían considerarse como intentos de suicidio.
Algunos familiares y miembros de una comunidad religiosa que lo visita le consignan de vez en cuando plata que usa para las tarjetas prepago (los internos ya no manejan efectivo). Algunos allegados y hasta emisoras de radio son los destinatarios de sus llamadas.
Con el nuevo permiso, señalan otras personas, Garavito ha aprovechado para dejar el teléfono por largos ratos a su disposición, así no siempre lo use. Y cuando la guardia lo obliga a cumplir con lo estipulado en el memorando siempre está alerta para enfrentar otro episodio de ira.
'Tocado' por la fe
Este hombre, cuya mente criminal ha sido estudiada por los más afamados especialistas, pasa el resto de su tiempo leyendo y escribiendo en su celda, que tiene vista a las montañas del Cesar. También está pendiente de un helecho que sembró en una botella plástica.
En el estrecho lugar tiene 16 libros, incluidos cinco códigos penales. También mantiene una copia de su expediente y unas 40 revistas de religión.
Hace unos cuatro años Garavito se convirtió a un culto cristiano y casi cada semana recibe visitas de 45 minutos de personas que hacen parte de una comunidad religiosa. El párroco y la sicóloga de la cárcel de Valledupar también hablan con él.
Con pinturas y trabajos artísticos está rebajándole días a su condena de 40 años.
Y así como su temperamento le ha valido algunos privilegios, sus riesgos de seguridad le quitan otros de los que disponen los otros presos: mientras ellos ven televisión, Luis Alfredo Garavito escribe los resúmenes de los libros que le impone el programa de lectura dirigida al que está inscrito desde hace un tiempo.
Y también para protegerlo, sus horas de sol son diferentes a las del resto de sus compañeros de presidio.
Él está entre la docena de internos de la Unidad de Tratamiento Especial de esa cárcel, una de las más seguras del país. Por su historial criminal está aislado, pues un hombre con su prontuario podría ser objeto de ataques en cualquier momento.
EL TIEMPO supo que, por su "desequilibrio mental", la Dirección del centro carcelario le dio la posibilidad de utilizar los teléfonos públicos que hay en los pabellones por períodos mucho más extensos que los que disfruta cualquier otro preso.
"Daños a su integridad" llevaron hace varios meses al Inpec a autorizarle a Garavito, de 52 años, hasta cuatro horas diarias de comunicación con el exterior.
Por un nuevo incidente de autolesiones, a comienzos de diciembre pasado, le ampliaron el beneficio. Ahora puede usar el teléfono dos horas por la mañana, dos por la tarde y dos por la noche.
Ya hubo un interno que entabló una acción de tutela para que le den el mismo tratamiento. Esto porque, por órdenes expresas de la Dirección, los otros presos pueden llamar dos veces al día "sin exceder un máximo de 10 minutos cada vez", entre las 6 de la mañana y las 5 p.m.
El hecho es que desde hace varios meses fue necesario ponerle un cable más largo al teléfono, para llevarlo hasta el frente de la celda de Garavito. Fuentes del Inpec dicen que fue la única opción que hallaron para que se mantuviera tranquilo, pues en más de una ocasión las 'novedades' del preso podrían considerarse como intentos de suicidio.
Algunos familiares y miembros de una comunidad religiosa que lo visita le consignan de vez en cuando plata que usa para las tarjetas prepago (los internos ya no manejan efectivo). Algunos allegados y hasta emisoras de radio son los destinatarios de sus llamadas.
Con el nuevo permiso, señalan otras personas, Garavito ha aprovechado para dejar el teléfono por largos ratos a su disposición, así no siempre lo use. Y cuando la guardia lo obliga a cumplir con lo estipulado en el memorando siempre está alerta para enfrentar otro episodio de ira.
'Tocado' por la fe
Este hombre, cuya mente criminal ha sido estudiada por los más afamados especialistas, pasa el resto de su tiempo leyendo y escribiendo en su celda, que tiene vista a las montañas del Cesar. También está pendiente de un helecho que sembró en una botella plástica.
En el estrecho lugar tiene 16 libros, incluidos cinco códigos penales. También mantiene una copia de su expediente y unas 40 revistas de religión.
Hace unos cuatro años Garavito se convirtió a un culto cristiano y casi cada semana recibe visitas de 45 minutos de personas que hacen parte de una comunidad religiosa. El párroco y la sicóloga de la cárcel de Valledupar también hablan con él.
Con pinturas y trabajos artísticos está rebajándole días a su condena de 40 años.
Y así como su temperamento le ha valido algunos privilegios, sus riesgos de seguridad le quitan otros de los que disponen los otros presos: mientras ellos ven televisión, Luis Alfredo Garavito escribe los resúmenes de los libros que le impone el programa de lectura dirigida al que está inscrito desde hace un tiempo.
Y también para protegerlo, sus horas de sol son diferentes a las del resto de sus compañeros de presidio.
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