miércoles, 2 de diciembre de 2009

HOMILÍA AL DOCTOR ENRIQUE CUADROS CORREDOR
Por Fernando Velandia Caicedo
Cúcuta, 30 de noviembre de 2009
Leída en el templo Sagrado Corazón de Jesús
Camina conmigo…
Camina conmigo detrás del aire
con la sonrisa del aura
y el silencio de la mariposa
como si estuviera presente en el paisaje
cuando aquí sólo está en mi mente y el corazón.
Camina conmigo en la ausencia
como sombra intangible
que proyecta el recuerdo
Camina conmigo detrás del aire
y en la remembranza
mientras se aleja en el tiempo
cual cometa que se lleva el viento.
Eran las 9:30 a.m. del día de ayer y recién había terminado de escribir estos versos en memoria de mi hijo Jhon Fernando, cuando leí en La Opinión la triste noticia del fallecimiento de mi gran amigo, Dr. Enrique Cuadros Corredor.
“Él caminó a la presencia tuya, Señor, dale fortaleza a su amada esposa Betzy y a sus amadas hijas Liliana, Carolina y Maribel, y a todos los suyos“, oré en silencio. Dios no permanece inconmovible ante nuestra agonía. Muchos sabemos del dolor de la muerte de un ser querido que toca la fibra más íntima del alma, dolor que también contagia y conmueve a los amigos, como estamos ahora entristecidos ante el cuerpo inerte de nuestro común amigo. Si Jesús lloró cuando su amigo Lázaro murió ¿porqué no llorar nosotros?
Es bueno llorar y dejar de llorar. Pero todos tenemos un amigo especial que nos ama y nos fortalece, es el mismo Jesús de hace dos mil años, ahora y siempre. A partir de este momento la vida cambia de cierta manera para la señora Betzy, sus hijas y nietos. Ahora en la familia Cuadros García hay uno menos. Pronto viene la primera navidad sin el esposo, padre, abuelo y amigo, pero Jesús esta ahí para ayudarles a continuar la vida con el peso de la ausencia, animándoles en cada paso en el camino de la esperanza.
Estoy agradecido con Dios por haber permitido ser amigo del Dr. Cuadros, como también lo fui del ingeniero Senén Botello Rangel, dos hombres que influyeron mucho en mi vida profesional y mucho me apreciaron. Siempre los amaré y extrañaré.
Aunque la vida y obra de Enrique Cuadros Corredor es conocida por muchos de ustedes, creo que todos no la conocemos completa. Unos y otros sabemos de distintas facetas, las más sobresalientes, como hombre de empresa que paseó su ingenio y creación arquitectónica por diferentes escenarios de esta ciudad, el Departamento y la patria.
En el año 2002 tuve el privilegio de rendirle un merecido homenaje personal al incluir su biografía y la de su padre, en el libro “Durania y sus Protagonistas”. Las gozó mucho leyéndolas. Y hace pocos días, el seis de noviembre, celebró en la intimidad del hogar 80 preciosos años de vida, a la cual lo trajo Dios en la tierra de las catleyas, Arboledas, como cantara su amiga y paisana María Ofelia Villamizar Buitrago. Fue el tercer hijo de don Rufino Lorenzo Cuadros y doña Julia Dolores Corredor. Sus hermanos mayores fueron Abilio y Guillermo, quienes ya partieron a la eternidad, y sus hermanos menores: Rufino Alfonso, Jorge Ramón, Carmen Beatriz, Maddy Dolores, Rosa Ofelia, María Matilde, Nelly Teresa, Álvaro y Alba Marina, una gran cosecha de vástagos como se daba en aquel tiempo.
Estudió la primaria en la escuela complementaria urbana de su pueblo natal, una escuela donde enseñaban artes, manualidades, sastrería, carpintería y marquetería. Luís Enrique escogió la confección de ropa para caballero y tuvo la dicha de fabricar para él sus dos primeros vestidos completos, uno de dril y otro de paño. Así, su infancia y adolescencia se desarrolló en el encanto pueblerino de Arboledas, donde despertó la precocidad de sus naturales talentos.
Siendo adolescente le correspondió asumir en compañía de su hermano Ruffo, la administración del almacén de telas que su padre tenía en Villa Sucre, ante serios problemas de salud de su progenitor. Enrique y Rufo salían de Arboledas los sábados por la tarde y llegaban a Villa Sucre después de tres agotadoras horas de camino.
Tenia 17 años cuando una llamarada de tristeza incendió su alma al tener que dejar su tierra nativa en presuroso éxodo de familia, una madrugada de enero de 1947. Fueron a parar a Pamplona, donde ya estudiaban él y sus hermanos mayores. Don Rufino montó un almacén de telas en el extremo sur de la carrera quinta. Pasaron los años y Enrique se recibió de bachiller en el colegio Provincial San José, en 1949, destacándose como alumno sobresaliente en lo académico y deportivo. Del colegio conservaba los más gratos recuerdos, como director de centro literario y la revista el Aguilucho, y de los triunfos deportivos suyos y su hermano Abilio.
De la ciudad mitrada siguió para Durania, donde su familia ancló sus angustias y afincó esperanzas. Durania cautivó su corazón y la hizo suya. Allí vivieron sus padres, tuvieron un bus de pasajeros, una finca cafetera, una compra de café en Villa Sucre y un almacén de telas.
Luís Enrique quiso ser arquitecto y lo fue, título que obtuvo en la Universidad Nacional de Medellín en 1956. Así continuó con la heredad de diseñar y construir viviendas de su abuelo y bisabuelo maternos en Arboledas. La universidad lo nutrió de la sabia del arte y perfiló su inteligencia hacia la empresa privada. De las vivencias de estudiante universitario conservó gratas impresiones que solía rememorar en el círculo de sus amigos.
El primer empleo que tuvo fue en la administración municipal de Medellín, siendo estudiante universitario. Y el día de su grado recibió el mejor regalo que se puede ofrecer a un graduando: trabajo. Recibió de manos de su hermano mayor, el capitán del ejercito Guillermo, el decreto de nombramiento de Secretario de Obras Publicas de la Guajira. Su hermano era oficial asistente del gobernador, el coronel Jorge Villamizar, un nortesantandereano que llegó a general de la república.
De la secretaría de Obras Públicas de la Guajira se retiró para trabajar en forma independiente en San Juan del Cesar, donde conoció y se hizo amigo del famoso compositor vallenato Rafael Escalona. Al dejar la Secretaría de Obras quiso resolver pronto el trance de ser alguien en la vida profesional, un triunfador por encima de las dificultades y ser forjador de su propio destino. En esa ciudad se dedicó a la ingeniería catastral. El trabajo iba muy bien, pero pudo más el amor de familia y éste hizo enrumbarlo para la ciudad de Cúcuta a finales de 1957.
Llegó a Cúcuta y se asoció con su colega Juan José Yañez Rey, creando la firma Yañez Cuadros. Año y medio después llegó de Paris, Raúl Rodríguez Lamus, y ampliaron la sociedad a Yañez, Cuadros y Rodríguez, que fue una gran empresa constructora. Obras como el Hotel Cariongo de Pamplona y el Club Tennis de Cúcuta son una muestra de la calidad y hermosura de los proyectos ejecutados. Esta sociedad funcionó por un corto tiempo y en 1960 fue liquidada, pues cada quien quería tener su propia empresa. El Dr. Enrique se dedicó a la construcción de unidades residenciales, muy apetecidas en el mercado por su calidad, y a la construcción de obras públicas, entre las cuales están el coliseo Chepe Aceros de Pamplona, el Palacio Municipal de Durania, escuelas y colegios en diferentes municipios del Departamento.
No sólo la empresa privada lo vio como hombre exitoso, también el servicio público, como dirigente político liberal, ideal que abrazó desde su niñez. Entendió y practicó la política en su verdadero concepto, servir a los conciudadanos con honestidad. Así ejerció como concejal y presidente del Concejo de Durania en cinco periodos, concejal y presidente del Concejo de Cúcuta en cuatro periodos, Secretario de Obras Públicas de la Guajira y Norte de Santander, Diputado de Norte de Santander, Senador de la República en dos periodos consecutivos, Alcalde de San José de Cúcuta 1992 – 1994, miembro de las Juntas Directivas de la Beneficencia y Centrales Eléctricas de Norte de Santander, Cámara Colombiana de la Construcción y la Sociedad de Arquitectos, de ésta fue presidente en cinco periodos.
Como alcalde tuvo el honor histórico de iniciar la instalación de las primeras tubería de acueducto desde la planta de tratamiento del Carmen de Tonchalá, de restaurar completamente el viejo edificio de la alcaldía y construir el centro Comercial Oití para vendedores informales que antes invadían el espacio público, entre otras muchas obras de interés comunitario.
En pleno fervor de su profesión el amor tocó su corazón, enamorándose de la distinguida y bella dama Betzy García Durán, nieta del general Justo Leonidas Duran, insigne repúblico y gladiador de la democracia colombiana al lado de los generales revolucionarios Rafael Uribe Uribe y Benjamín Herrera. Tres años de noviazgo y contrajo matrimonio el 3 de noviembre de 1961. ¡Oh Dios, cómo son los caminos de la vida, de las cuales sólo Tú conoces! Recién cumplían Enrique y Betzy 48 años de casamiento, y 51 de un gran y filial amor, cuando de manera inesperada pasa la familia de la alegría del festejo al dolor de la ausencia del esposo y padre. Tal la soberanía de Dios, muchas veces incomprensible. Pero todo tiene su tiempo, tiempo de amar, tiempo de cantar, tiempo de callar, tiempo de morir...
Los esposos Cuadros García conformaron un precioso hogar, dulce hogar, donde florecieron las más acendradas virtudes familiares. El amor debe continuar, ahora en la ausencia y el recuerdo, ella aquí y él allá en el paraíso que Dios nos prometió, donde ahora mora el Dr. Cuadros en una vivienda que Jesús prometió construir, desde antes que naciera Enrique y todos nosotros.
El Dr. Enrique Cuadros Corredor deja una profunda huella en los anales de la arquitectura y la construcción nortesantandereana y colombiana. Marchose a la eternidad con la satisfacción del deber cumplido en el amor hogareño, en el amor al trabajo, en la fundación de empresas, en la honestidad en todos los campos de la actividad humana, en la sencillez de la persona, en creer en Dios como el Creador del Universo y en Jesús como el único Salvador y Redentor. Precisamente, en final de su camino terrenal, creció la intensidad del amor a Dios y así se lo confesó a su amada esposa. En este sentido, partió al cielo con alegría y paz con El Señor; indiscutiblemente, la mejor manera de volver al seno del Creador.
Muchas gracias y Dios les bendiga.

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