jueves, 21 de mayo de 2009

UNA FARSA

UNA EPIDEMIA CON REMEDIO INCLUIDO
Walter Goobar
wgoobar@miradasalsur.com
El.Argentino.com / 03-05-2009
Donald Runsfeld, ex titular del Pentágono, embolsa un diez por ciento de cada envase de Tamiflu que se vende en el mundo. La peste porcina encubre un fabuloso negocio cuyo principal beneficiario es Donald Rumsfeld. Este halcón de la era Bush –que siempre agitó el fantasma del bioterrorismo– se embolsa un 10 por ciento de cada caja de Tamiflu que hoy se vende en el mundo.
Detrás del fármaco que por estos días se presenta al mundo como una cura milagrosa contra la virtual pandemia de fiebre porcina se esconde una oscura trama de manipulaciones, negociados, tráfico de influencias –y trafico de influenza–, que tienen como protagonista central a uno de los personajes más siniestros de la política norteamericana: el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld.
En 2005 se lanzó a rodar la teoría de una inminente epidemia de gripe aviar a partir de un virus que había sido detectado nueve años antes en Vietnam. Aquel virus sólo se había cobrado una media de once fallecimientos al año en todo el mundo porque la gripe aviar nunca se transmitió de humano a humano. Pero aquella falsa peste, permitió presentar al mundo una poderosa “arma preventiva”, un antiviral llamado Tamiflu.
En realidad, la psicosis de gripe aviar fue inventada para justificar el Tamiflu, un antiviral que era propiedad de Gilead Sciences Inc., una empresa que pertenecía al ultraconservador Donald Rumsfeld, quien desde 2001 era jefe del Pentágono. La empresa de Rumsfeld vendió en 1996 la patente del antiviral a los laboratorios Roche de origen suizo.
Pese a que su eficacia estaba en duda, gracias a la gripe aviar y al sigiloso lobby ejercido por Donald Rumsfeld desde el Pentágono, el Tamiflu se convirtió en la gallina de los huevos de oro. Los ingresos por las ventas del antiviral pasaron de 254 millones de dólares en el 2004 a más de 1.000 millones en el 2005.
En esa época, la empresa de Rumsfeld pretendió recuperar la licencia alegando que Roche no hacía esfuerzos suficientes por fabricar y comercializar el antiviral. Las presiones del jefe del Pentágono dieron resultado y ambas empresas acordaron constituir dos comités conjuntos para coordinar la comercialización y las licencias. Además, Roche pagó a Gilead Sciences Inc regalías retroactivas por valor de 62,5 millones de dólares más otros 18,2 millones extra por ventas superiores a las contabilizadas entre 2001 y 2003.
Un mes después de aquel acuerdo, la revista Fortune dedicó una nota al célebre accionista de Gilead. Fortune estimó que el valor de las acciones de Rumsfeld podían alcanzar los 25 millones de dólares y que la demanda internacional de Tamiflu en 2005 había engrosado los bolsillos del secretario de Defensa en un millón de dólares.
La revista calculó las ventas de Tamiflu alrededor del mundo en mil millones de dólares ese año, incluido un pedido de 58 millones de dólares por parte del Pentágono, cuyo titular era entonces Rumsfeld, señala Pascal Beltrán del Río, director del diario mexicano Excelsior.
Rumsfeld afirma que no tuvo nada que ver en la decisión de la administración Bush de apoyar y aconsejar el uso del Tamiflu a nivel mundial, pero su nombre también aparece unido a una vacunación masiva contra una supuesta gripe del cerdo durante la Administración de Gerald Ford en la década de los 70 –que dio como resultado más de 50 muertos a causa de los efectos secundarios–.
El máximo propagandista de las falsas armas químicas y biológicas de Saddam Hussein, también niega haber tenido que ver con la compra por parte del Pentágono, del Vistide, otro fármaco de su laboratorio que fue adquirido después de los atentados a las Torres Gemelas para evitar los efectos secundarios que podía producir la vacuna de la viruela entre los soldados norteamericanos a los que se les aplicó masivamente antes de enviarlos a Irak.
Cuando el gobierno británico anunció la compra de 14,6 millones de dosis de Tamiflu, la prestigiosa revista científica The Lancet puso en duda la efectividad del antiviral en casos de epidemia y apuntó que su uso indiscriminado podría desalentar prácticas más útiles, como la higiene y el aislamiento.
El jefe de la investigación, Tom Jefferson, indicó que hasta ese momento ni el Tamiflu ni el Relenza habían reducido la mortalidad entre los pocos enfermos de gripe aviar a los que se les había suministrado. En diciembre de 2005, cuatro de los ocho enfermos de gripe aviar que fueron tratados con Tamiflu en el hospital Ho Chi Min de Vietnam fallecieron. En Japón, que es uno de los principales compradores del antiviral, el consumo del medicamento en menores de edad ha sido asociado con conductas anormales y hasta suicidios, según publicó en 2007 el diario británico The Guardian.
Una investigación de la ONG canadiense Globalresearch, aventura que el virus de la gripe porcina, habría sido fabricada en laboratorios militares de Estados Unidos. Una de las evidencias que abona esta hipótesis es que en 2005 un patólogo de la Fuerza Armada de los EEUU que estaba bajo las ordenes de Rumsfeld, reconstruyó la secuencia genética del mortífero virus de la infuenza española que en 1918 mató a 50 millones de personas, según publicó la revista científica Nature.
¿Para que lo hicieron? Si la gripe es –o era– porcina, ¿cómo se explica que no haya un solo cerdo infectado. Por último, ¿no es extraño que esta nueva pseudoepidemia coincida con la fecha de vencimiento del Tamiflu stockkeado en todo el mundo desde 2005?
Todos los interrogantes que suscita la actual epidemia con epicentro en México forman parte de un complejo entramado que comienzan y terminan en el índice Nasdaq: por lo pronto, las acciones de Gilead subieron 3 por ciento, las de Roche 4 y las de su competidor Glaxo 6 por ciento.
La carrera por la vacuna terminó antes de empezar.

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